viernes , 29 marzo 2024

No hay pruebas que demuestren que los asintomáticos contagian

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por: Dan Macías Flores   Médico cirujano.

La OMS es inexcusable, porque sabiendo que «NO HAY NIGUNA EVIDENCIA PARA AFIRMAR Ó CREER QUE EL CONTAGIO PUEDA SER CAUSADO POR ASINTOMÁTICOS», no se pronunció al respecto. Al permanecer en silencio, permitió que se instalara una creencia, una especulación que es el único sustento para el uso indiscriminado y obligatorio de mascarillas, así como también para medidas sanitarias contrahechas, presentadas bajo el aspecto de ciencia: confinamiento y «cuarentena (para personas sanas)», que han llevado al encierro de ancianos, cierre de escuelas y universidades, hacinamiento domiciliario, descontinuación de tratamientos médicos ambulatorios, empobrecimiento de emprendedores de distintas edades, suicidios, violencia intrafamiliar, etc. En síntesis, no hay evidencia de que los asintomáticos contagien ó transmitan SARS- CoV-2. y ningún artículo publicado acerca de COVID19, ha logrado demostrar esa teoría. De hecho, no han logrado esclarecer si es que los contagiados de esos estudios adquirieron el virus por contacto con algún otro miembro de la comunidad, que tenía síntomas claros.

El 7 de enero de 2020, China afirmó que la causa de la enfermedad llamada Neumonía de Wuhan podría ser un nuevo coronavirus, pero negó que se transmitiera de persona a persona. El 16 de enero el CDC de Taiwan ante la aparición de casos de neumonía atípica que no habían visitado el mercado de Wuhan, sugirió que el nuevo coronavirus realmente se transmitía de persona a persona, pero la OMS desestimó la advertencia ese mismo día, informando que no había evidencia «clara» respecto a ese tipo de transmisión. Sin embargo, cinco días después, el 21 de enero, China admitió que el nuevo coronavirus se contagiaba de persona a persona. El 23 de enero, día en que China aisló a 11 millones de personas, la OMS afirmó que la Neumonía de Wuhan no constituía una emergencia sanitaria internacional de salud pública. Una semana después, el 30 de enero, la OMS se retractó y admitió que efectivamente se trataba de una emergencia sanitaria internacional de salud pública, cuando más de veinte países registraban casos y había 170 fallecidos en China, con más de diez mil contagiados en ese país.

El 24 de enero de 2020, tres días después que China admitiera que el nuevo coronavirus efectivamente se transmitía de persona a persona, fue publicado en The Lancet un artículo1 médico al respecto, comunicando que en el Hospital de Wuhan había ocurrido el contagio de algunos visitantes. El reporte consignó que una familia china de seis integrantes, procedente de Shenzhen, visitó Wuhan por una semana, entre el 29 de diciembre y el 4 de enero de 2020, sin visitar el mercado de Wuhan ni tener contacto con animales, aunque dos miembros de la familia visitaron el hospital de Wuhan, y al regresar a su ciudad de origen todos presentaron neumonía inexplicada, excepto un niño de 10 años, infectado pero asintomático.

El 30 de enero de 2020 dos periodistas del departamento de prensa de la revista Nature publicaron un artículo2 basado en una entrevista a distintos científicos británicos y titulado «Lo que los científicos quieren saber sobre el brote de coronavirus», que plantea varias preguntas, como, por ejemplo «¿Pueden las personas infectadas diseminar el virus sin mostrar síntomas?» Ahí se menciona el caso del niño asintomático de 10 años, y afirma que si los casos infectados asintomáticos fueran comunes y pudieran diseminar el virus, contener la enfermedad sería muy difícil, ya que, según los dos periodistas, la clave para controlar el virus del SARS (2002-2003) habría sido aparentemente el hecho de que esa infección generaba pocos casos asintomáticos (aunque, en realidad, la evidencia científica revisada muestra que nunca se ha documentado transmisión del virus del SARS por parte de infectados asintomáticos, así que atribuirle esa relevancia a los asintomáticos fue un error de los periodistas). El mismo artículo plantea que una forma de determinar si las personas asintomáticas pueden contagiar o no, es estudiar a los contagiados en China que son obligados al confinamiento domiciliario junto a sus familiares, y al monitorear a todos los miembros de la familia sería posible determinar quién contrae el virus y cómo.

El 21 de febrero, no habiendo ni un solo caso
documentado de transmisión viral desde un infectado asintomático a otra persona, un grupo de investigadores envió a la revista JAMA un artículo3 titulado «Presunta transmisión de COVID19 por un infectado asintomático», que fue publicado en esa revista el 14 de abril. Describía que en Anyang cinco personas emparentadas tuvieron contacto con una mujer de Wuhan el 10 de enero y todos juntos visitaron el 13 de enero a unos enfermos internados en el hospital local, que no contaba con casos identificados de COVID19. Días después el grupo de parientes desarrolló la enfermedad, pero la mujer no y al ser examinada con PCR los resultados obtenidos fueron contradictorios: negativo el 26 de enero, positivo el 28 de enero y nuevamente negativo los días 5 y 8 de febrero. Los autores estimaron que los resultados negativos habrían sido supuestamente «falsos negativos» (por falla del kit o error al tomar la muestra), y decidieron arbitrariamente considerar a esa mujer con tres resultados de PCR negativos como si fuera una verdadera infectada. Así insinuaron en sus conclusiones que los infectados asintomáticos supuestamente podrían transmitir el virus mediante un mecanismo que requería mayores estudios. Es decir, plantearon gratuitamente que ese tipo de transmisión era un hecho y que lo único que estaría pendiente sería aclarar algunos «detalles» respecto a cómo ocurría.

El 5 de marzo, la revista New England Journal of Medicine publicó un artículo4 acerca de varios casos secundarios donde la transmisión parecía haber ocurrido durante el período de incubación del caso índice. El supuesto transmisor tuvo una enfermedad breve e inespecífica y varios días después que sus síntomas remitieron, su saliva continuaba presentando una carga viral elevada según TR-PCR cuantitativa, aunque no pudo demostrarse que esas partículas virales en saliva fueran capaces de contagiar, ya que no se hizo un cultivo viral, que habría podido refutar (o avalar) esa aprehensión y los autores no mencionaron por qué evitaron esa técnica de laboratorio. En este estudio, fue imposible determinar si la transmisión viral se debió al contacto de los casos secundarios con el caso índice (asintomático) o al contacto con algún otro infectado de la comunidad que tenía síntomas manifiestos. La consideración teórica de que las personas asintomáticas podrían ser potenciales fuentes de la infección por el nuevo coronavirus del 2019, ameritaba reevaluar las dinámicas de transmisión del brote actual según los autores del artículo, quienes manifestaron su preocupación de que hubiera diseminación de partículas virales pese a la recuperación de los infectados, aunque no había demostración de que esas partículas fueran contagiantes. ¿Mencionaron esa amenazante posibilidad especulativa sólo por mencionar «algo»?

Desde el 30 de junio de 2020, en la versión online de la revista Nature está disponible el estudio5 titulado «Supresión de un brote de SARS-CoV-2 en el municipio italiano de Vo», el cual en su cuarta página admite explícitamente:

«We assumed that presymptomatic, symptomatic and asymptomatic infections transmit the virus5 …» ( «Nosotros asumimos que presintomáticos, sintomáticos y asintomáticos transmiten el virus…». )

Asumir es «aceptar algo como cierto sin contar con pruebas». Este estudio muestra que el 30 de junio de 2020, luego de seis meses y habiendo millones de contagios, no había ni un solo caso documentado para demostrar esa teoría de que los asintomáticos transmitan el virus, así que los autores del artículo se ven en la necesidad de hacer un acto de fe y basar su investigación en la especulación -jamás demostrada- de que los asintomáticos supuestamente podrían contagiar a otros.

En síntesis, no hay evidencia de que los asintomáticos contagien ó transmitan SARS- CoV-2. y ningún artículo publicado acerca de COVID19, ha logrado demostrar esa teoría. De hecho, no han logrado esclarecer si es que los contagiados de esos estudios adquirieron el virus por contacto con algún otro miembro de la comunidad, que tenía síntomas claros.

Finalmente, la OMS esperó hasta el 11 de marzo, cuando había casi 120 mil contagiados y unos 4300 fallecidos en 113 países, para declarar que COVID19 era una pandemia y entrar en escena como guía y salvadora de las naciones después que sus emisarios (prensa escrita, TV, políticos, etc.) habían socavado suficientemente la opinión pública y la capacidad reflexiva de las personas en general y de los profesionales en particular, usando la letalidad de «un nuevo virus» como punta de lanza.

El 17 de abril, en Chile, el Diario Oficial informó6 que se decretaba en forma preventiva el uso obligatorio de mascarillas en el transporte público, en espacios cerrados con afluencia de público, etc., y posteriormente, en una maniobra que mostró el descriterio de las autoridades de múltiples comunas de Chile, se impuso mediante ordenanza municipal que el uso de mascarilla era obligatorio incluso para los peatones en la vía pública.

Desde entonces, la OMS ha traccionado con mayor intensidad los hilos de la presidencia de Chile sin consultar a chilenas ni a chilenos, quienes han engrosado la lista de sus víctimas en lo que va del año, víctimas que continúan sufriendo las atrocidades disfrazadas como «medidas de salud pública», que hasta el día de hoy se cometen contra nosotros y nuestros compatriotas.

El temor [a lo desconocido y a la muerte] fue exacerbado mediáticamente usando el conteo diario de los nuevos contagiados como un espectáculo morboso sazonado con imágenes de personas agónicas en UCI para inquietar a los más escépticos y subyugar a los más sugestionables.

«En una guerra, todo vale», dice un refrán popular que se ajusta apropiadamente a la falta de escrúpulos de políticos y medios informativos hegemónicos en esta guerra irregular e impensable de un Estado contra la salud psicológica y física de sus propios compatriotas. En ese contexto de histeria colectiva, fomentada y amplificada por prensa y TV, la opinión de las personas fue guiada por estos mismos medios, quienes difundieron la idea aberrante de que había diseminadores silenciosos del virus, que pasaban desapercibidos entre los ciudadanos y supuestamente tendrían responsabilidad en el aumento diario de los contagios.

Sin evidencia, sin datos, sin hechos demostrables. Sólo nuestra ignorancia y miedo, que fueron explotados por la TV y prensa en general, a favor del Gobierno pero en contra los ciudadanos. El miedo es una emoción latente, como una semilla que nos parece inerte pero sólo está dormida, lista para crecer; el terrorismo mediático regó diariamente esa semilla, hasta que germinó y se transformó en pánico colectivo, que nos llevó a apropiarnos de ideas televisivas, infundadas, diseminadas maliciosamente, prometiendo la quimera de la seguridad, a cambio de nuestras libertades. Así empezó el montaje acerca de los asintomáticos.

Comprendo a aquellos que han adoptado la postura de censurar al que no se apega a las «medidas sanitarias» impuestas mediante terrorismo mediático: ellos creyeron, como tantos otros, en lo que transmite la TV. Es natural que las personas se nieguen a cuestionar la calidad de sus propios razonamientos, porque es duro aceptar que algo tan íntimo, como el pensamiento de cada uno, fue ó está siendo conducido por otra persona o, peor aún, por una empresa (de TV), ya que eso implica aceptar la vulnerabilidad e ingenuidad que nos caracteriza como seres humanos. Nadie está dispuesto a dudar de su propia inteligencia ni a plantearse que tomó una decisión equivocada en virtud de la cual ha conducido su vida en los últimos meses. Sin embargo, la situación actual es crítica, así que la imagen personal debe quedar en un segundo plano: al ver que el camino que hemos recorrido es el equivocado, desandar lo andado es de valientes; y encarar al estafador, enrostrándole su montaje, también.

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¿Existe registro de que un infectado asintomático haya transmitido alguna vez alguno de los virus respiratorios más estudiados en los últimos 20 años?

Mayo de 2003: El documento7 de consenso de la OMS sobre el SARS (SARS-CoV-1), cuyo brote inició en noviembre de 2002, señala que no se ha reportado casos de transmisión de SARS por parte de infectados asintomáticos.

Julio de 2005: Habiendo transcurrido casi tres años desde que comenzó a estudiarse el SARS-CoV-1, un estudio8 en Singapur respecto a la infección asintomáticas, hizo mención de un hecho evidente y sólido: los países con brotes de SARS (SARS-CoV-1) han corroborado la ausencia de transmisión viral por parte de infectados asintomáticos.

Octubre de 2005: los autores Macfarlane y Lim publicaron9 que las medidas de control de una pandemia por Influenza deberían cambiar ya que, a diferencia del SARS (2002-2003), la Influenza aparentemente sería muy infecciosa, incluso desde su fase asintomática.
Sin embargo, ¿cuál es la evidencia para sostener la transmisión de Influenza por parte de infectados asintomáticos? Fraser y (Neil) Ferguson describieron en noviembre de 2003, en su artículo10 «Factors that make an infectious disease outbreak controllable», un modelo de transmisión de la influenza, pero ese es sólo un modelo matemático de transmisión viral y el artículo no provee ninguna referencia convincente para sostener la idea de la transmisión viral por parte de infectados asintomáticos. La publicación más antigua de R. B. Couch en los 70’s establece que la diseminación viral puede ocurrir a veces antes de iniciar síntomas clínicamente significativos, pero la diseminación viral (detectada por toma de muestras nasales) no puede ser deformada para que signifique transmisión viral. La mucosidad infectada de la vía aérea debe ser traspasada a otro individuo para que la influenza sea transmitida de una persona a otra. Rinorrea, tos y estornudos son factores importantes en la transmision de la infección mediantes gotitas respiratorias y fomites y no podría ocurrir una transferencia clínicamente significativa de secreciones respiratorias de parte de quien no produce secreciones respiratorias, por ser precisamente alguien asintomático11.

Enero de 2006: la OMS publicó un artículo12 titulado «Intervenciones no farmacológicas para una pandemia de Influenza. Medidas internacionales» y en su segunda página aborda el tema de personas infectadas por Influenza sin síntomas, mencionando que, tras analizar los resultados de 10 (diez) estudios, su conclusión era que «la infecciosidad de esas personas no ha sido estudiada». Y sin embargo, en noviembre de 2003, Fraser y Ferguson habían publicado10 su estudio «matemático» dando por hecho que personas asintomáticas contagiaban, a pesar de que ese supuesto que no había sido estudiado ni demostrado.

Abril de 2009: científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Brown y del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Rhode Island publicaron una revisión sistemática13 de 16 (dieciséis) estudios, señalando que los individuos asintomáticos, los cuales representan un 30% de los infectados por Influenza, son incluidos arbitrariamente como «transmisores» del virus en las estimaciones de los modelos teóricos computacionales de transmisión de la Influenza publicados el año 2004 y 2006 y basándose en esa especulación (de que aparentemente existiría transmisión viral por parte de asintomáticos) esos modelos teóricos afirmaron que los infectados asintomáticos podrían causar un 30% a 50% de los contagios.

Al asignar esa exagerada magnitud a una mera especulación, y realizar cálculos en base a ese constructo, las estimaciones -de cuán efectivos serían el aislamiento y cuarentena- maquinaron la forma de concluir que la reducción en la tasa de ataque inicial de la infección por Influenza dependía, entre otros, de la cooperación ciudadana y de disminuir la supuesta tasa de transmisión viral por parte de asintomáticos y presintomáticos.

Si los infectados presintomáticos (en fase de Incubación) de Influenza, en vez de transmitir el virus y causar el supuesto 30% o 50% de los nuevos contagios, causaran un porcentaje pequeño o nulo, la cuarentena -dirigida a evitar la infecciosidad durante el período de incubación- sería ineficaz, mientras que el aislamiento individual de los enfermos e infectados y el rastreo de contactos podría ser una mejor medida para contener la diseminación del virus Influenza.

Dado que los conceptos «diseminación viral» y «transmisión viral» son muy distintos entre sí, pero su uso se ha prestado para confusión, los autores de la revisión sistemática analizaron esos 16 (dieciséis) estudios para determinar cuánta transmisión viral puede producirse a partir de la diseminación viral y no encontraron evidencia alguna que apoyara esa hipótesis. Analizaron estudios de distinto tipo: algunos realizados en personas infectadas voluntariamente con Influenza; otros,    en    personas  vacunadas  contra  la Influenza; otros, en personas infectadas que permanecen en sus domicilios; y otros que abordan la posibilidad de brotes por causa de infectados asintomáticos.

Así fue como encontraron que:

a) en personas voluntariamente infectadas por Influenza: los síntomas no son sinónimo de diseminación viral; la diseminación es mayor por parte de quienes tienen síntomas; la capacidad de diseminación viral de Influenza se correlaciona directamente con la intensidad de los síntomas; los asintomáticos voluntarios han sido pobremente estudiados en cuanto a su supuesta capacidad de diseminación viral; y no se ha encontrado casos de transmisión de Influenza que fuesen provocados por la diseminación viral de parte de asintomáticos.

b) en personas vacunadas contra la Influenza: la diseminación viral se correlaciona fuertemente con la aparición de fiebre y con la presencia de síntomas, pero esos estudios no cuentan con datos que avalen la diseminación viral por parte de infectados presintomáticos, y no hubo ninguna infección de Influenza por parte de sintomáticos ni de asintomáticos.

c) en estudios de cohortes domiciliarias: la diseminación es un fenómeno a baja escala previo a los síntomas; la diseminación aumenta cuando surgen los síntomas, no antes; los estudios de cohortes domiciliarias tampoco   avalan   la   hipótesis   de   que   las personas asintomáticas transmitan la infección.

d) un reporte (comentado también por la OMS en su artículo del año 2006) fue el único que abordaba la posibilidad de brotes por supuesta transmisión asintomática. Y ese reporte era incapaz de determinar si esos casos   de   Influenza    habían    adquirido   la infección por contacto con el supuesto transmisor asintomático o con otras personas de la comunidad.

La misma revisión concluye: que la transmisión de Influenza por parte de infectados presintomáticos es una inferencia (por no decir especulación) basada en la simple presencia de virus en el tracto respiratorio superior de esas personas, pero no se basa en experimentos apropiados para evaluar la transmisión viral; y que tampoco hay evidencia para afirmar que las personas asintomáticas puedan efectivamente transmitir la influenza por el simple hecho de tener partículas virales a nivel nasofaríngeo, sino que solamente hay evidencia respecto a que pueden diseminar el virus. Diseminar no es transmitir: los infectados asintomáticos pueden diseminar el virus de  la  Influenza,  pero los estudios no avalan que tales personas transmitan la Influenza. Además, tampoco ha sido adecuadamente investigada la infección resultante del contacto con objetos contaminados con secreciones respiratorias infectadas.

Abril de 2017: En un brote de MERS-CoV estudiado en Korea del Sur, se hizo un estudio14 para determinar cuán contagiosa podría ser una persona que estando infectada permanecía asintomática: es decir, cuántos de sus contactos (personas que comparten con quien está infectada) adquieren la infección. El caso estudiado fue el un individuo infectado asintomático que había tenido durante 36 hrs 82 contactos, los cuales fueron examinados con PCR y medición de anticuerpos contra MERS-CoV y todos los resultados fueron negativos, o sea, no hubo transmisión viral de MERS-CoV hacia ningún contacto.

Enero de 2018: habiendo trascurrido 6 años desde el primer brote de MERS-CoV, la OMS admite15 que hasta la fecha no hay datos que avalen el supuesto contagio a partir de personas infectadas asintomáticas.

Junio de 2018: Una investigación16 en Emiratos Árabes Unidos para medir niveles de anticuerpos en personas infectadas por MERS-CoV y sus contactos domiciliarios, especificó que 31 infectados eran asintomáticos o tuvieron síntomas leves, y entre sus 124 contactos domiciliarios (personas que compartieron el hogar durante mínimo 12 hrs) los test serológicos no encontraron evidencia alguna de que hubiera habido transmisión viral, lo cual permitió plantear que no ocurre la transmisión viral desde asintomáticos infectados por MERS-CoV hacia sus contactos.

Diciembre de 2018: Una revisión sistemática17 de la literatura encontró diez artículos respecto a la infección asintomática por MERS-CoV y concluyó que no hay evidencia alguna de que un asintomático infectado por MERS-CoV haya contagiado a alguien.

Abril de 2020: en la página 2 de su reporte N° 73, la OMS comunica19 que, a la fecha 2 de abril de 2020, no se ha documentado que exista la transmisión por parte de asintomáticos.

Mayo de 2020: Tras detectarse que una mujer china hospitalizada, con infección por SARS-CoV-2 pero asintomática, había tenido contacto con 455 personas, incluyendo 35 pacientes, 196 familiares y 224 profesionales de la salud, fue organizado un estudio18 para el seguimiento de todos los contactos. El tiempo que la mujer compartió con otros pacientes fue 4 días y el tiempo compartido con sus familiares fue 5 días. Los contactos fueron aislados, observados y evaluados con exámenes sanguíneos y tomografía computarizada, además de PCR en al menos 2 ocasiones, corroborando que no se produjo ni un solo contagio de COVID19 entre los 455 contactos de la persona asintomática.

Junio de 2020: en su Repositorio Institucional para compartir información, la OMS comunica20 que «la transmisión de la COVID-19 avanza desde las personas sintomáticas a otros individuos que, sin elementos protección, entran en contacto cercano con ellas».

A partir de la posibilidad teórica de una potencial transmisión viral desde infectados asintomáticos hacia sus contactos y considerando su presunta relevancia para la salud pública, se han hecho múltiples estudios en los últimos 18 años (entre 2002 y 2020) para determinar cuál es el verdadero rol de los que permanecen asintomáticos luego de haber sido infectados por virus respiratorios como el de la Influenza y los betacoronavirus: SARS-CoV-1, MERS-CoV y SARS-CoV-2, el causante de COVID19. Sin embargo, luego de 18 años de investigación, no se ha encontrado ni un solo caso de transmisión viral de parte de un asintomático hacia sus contactos, sin importar si el tiempo de contacto fue de horas o de días, y la OMS así lo consigna acerca de cada virus estudiado, incluyendo COVID19.

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La televisión, con una campaña mediática nunca antes vista, ha exacerbado morbosamente esa posibilidad teórica respecto de una potencial transmisión viral desde infectados asintomáticos hacia personas susceptibles o biológicamente vulnerables, instalando en el saber colectivo esa especulación como si fuera una verdad revelada, como un hecho que estuviera demostrado y los ciudadanos, atemorizados, han llegado a aceptarlo sin cuestionar si es que realmente hay sustento científico para una afirmación tan absurda y anti-científica como esa de que los infectados asintomáticos supuestamente contagian.

Ante la disyuntiva respecto a la manera de enfrentar los efectos de un nuevo coronavirus, la mediocridad de profesionales, asesores y gobernantes fue un factor clave para inclinar las decisiones de las autoridades y la conducta de las personas hacia el mayor mal posible.

La OMS es culpable de negligencia e indolencia ante la catástrofe humanitaria provocada por el manejo político-sanitario de esta enfermedad llamada COVID19 y no merece el respeto de ninguna institución; la OMS tampoco merece ser sostenida económicamente con los impuestos que sus víctimas pagan a cada gobierno. La OMS tenía el deber de revisar la literatura existente y el conocimiento acumulado en los últimos 18 años, antes de emitir cualquier recomendación respecto al manejo de COVID19, pero no lo hizo.

La OMS es inexcusable, porque sabiendo que «NO HAY NIGUNA EVIDENCIA PARA AFIRMAR Ó CREER QUE EL CONTAGIO PUEDA SER CAUSADO POR ASINTOMÁTICOS», no se pronunció al respecto. Al permanecer en silencio, permitió que se instalara una creencia, una especulación que es el único sustento para el uso indiscriminado y obligatorio de mascarillas, así como también para medidas sanitarias contrahechas, presentadas bajo el aspecto de ciencia: confinamiento y «cuarentena (para personas sanas)», que han llevado al encierro de ancianos, cierre de escuelas y universidades, hacinamiento domiciliario, descontinuación de tratamientos médicos ambulatorios, empobrecimiento de emprendedores de distintas edades, suicidios, violencia intrafamiliar, etc.

Los protocolos de la OMS, alejados del conocimiento más esencial y carentes de juicio y de sentido común, junto a la deliberada ambigüedad que la OMS ha mostrado en sus comunicados de difusión mundial (y que son repetidos insanamente por la prensa hegemónica escrita y televisiva), han causado un daño inmensurable. Lo mínimo que puede decirse acerca de la OMS es que, ó ha ejecutado un engaño (ocultando el carácter especulativo de una especulación como es aquella acerca de los asintomáticos), o ha permanecido neutral ante una crisis humanitaria y omitido prestar auxilio a sus semejantes, sin intervenir ante la avalancha periodística y televisiva que difunde a diario la falsedad de que los infectados asintomáticos contagian. Que Dios se los tenga en cuenta, el día que los juzgue a ellos y a sus cómplices, que son la OMS y el Gobierno de cada país, incluyendo al de Chile.

Pero mientras eso sucede, recobremos la compostura y hagamos lo nuestro. La capacidad de reflexionar es nuestra esencia de homo sapiens, así que detengámonos, parémonos en el camino al que nos hemos dejado empujar y preguntemos por el rumbo antiguo, ese que traíamos antes de que el terror a morir se volviera más importante que vivir, más importante que los sueños y proyectos de nuestros seres más queridos y nos  degradara  como   personas, al  punto  de desconfiar de nuestros compatriotas, por el simple hecho de que estaban sanos.

Una película, llamada «The Green Mile» (1999) cuenta la historia de un matrimonio joven que vivía en una granja y tenía tres hijos pequeños: un varón y dos hermosas niñitas. Una noche, un criminal se introdujo en la habitación  de   las   niñas,   las  despertó  para llevárselas caminando  y  las amenazó diciéndoles que si una de ellas gritaba para pedir auxilio, él mataría a la otra niña. Así fue como ese miserable obtuvo el silencio de ambas, se las llevó para concretar su depravación y finalmente las mató. «Las mató usando el amor que tenían la una por la otra».

No permitamos que eso nos ocurra, no permitamos que el amor [hacia nuestros ancianos] nos vuelva cómplices de sus carceleros. La  propaganda  gubernamental  y  mediática ha instaurado el temor entre los chilenos, destruyendo la salud psicológica para conservar una parte de la salud física. Esa propaganda dañina emplea el temor de dañar a otros, la culpa anticipada, para coaccionar a personas libres. Es una trampa, porque el temor no nos aleja del peligro: el temor trae consigo un castigo, como ilustra «The Green Mile«. Las infecciones respiratorias son el resultado de la interacción biológica natural entre humanos y virus respiratorios, pero la perversa campaña mediática [cuya mayor característica ha sido la ignorancia e ineptitud que ha mostrado estos nueve meses], pisoteando las expectativas de las personas ancianas, sin consultarles qué esperan ellos de la vida en los años que les quedan, pretende convencer a los ancianos de que las infecciones respiratorias son el castigo por disfrutar de sus nietos  y  seres queridos o por usar la vía pública o por sentarse en el banco de una plaza como haría cualquier persona libre.

¿Alguna  de  las   autoridades  públicas   le   ha preguntado a los ancianos cuáles son sus expectativas de vida? ¿Hicieron un plebiscito para tomar una decisión conjunta, entre las autoridades y sus víctimas más indefensas? ¿O acaso sólo se puede hacer plebiscito para cambiar la Constitución Política de la República de Chile? ¿Qué anhela un anciano de 75 u 80 años en Chile: las travesuras de sus nietos y verlos corriendo por toda la casa, aunque signifique vivir un año menos, ó vivir un año más, pero muriendo-en-vida por causa  del  encierro  y  la soledad, que  son  un factor de riesgo para el deterioro cognitivo y la demencia? Detengámonos, parémonos en el camino al que nos hemos dejado empujar y preguntemos por el rumbo antiguo, para andar en él. Podemos evitar que nuestros abuelos mueran en soledad y que nuestros hijos crezcan amedrentados temiendo incluso al aire que respiran. Evitar ese absurdo, cambiar el rumbo, requiere valentía, como esa de reflexionar cuando nadie se atreve a hacerlo. Pensar es actuar y valentía es actuar a pesar del temor. El perfecto amor hecha fuera al temor, el amor vence al temor.

(1) https://www.thelancet.com/action/showPdf?pii=S0140-6736%2820%2930154-9

(2) https://media.nature.com/original/magazine-assets/d41586-020-00166-6/d41586-020-00166-6.pdf

(3) https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2762028

(4) https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMc2001468?articleTools=true

(5) https://www.nature.com/articles/s41586-020-2488-1.pdf

(6) https://www.diariooficial.interior.gob.cl/publicaciones/2020/04/17/42633/01/1752570.pdf

(7) https://www.who.int/csr/sars/en/WHOconsensus.pdf

(8) https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3371799/

(9) https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1273436/pdf/bmj33100975.pdf

(10) https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC395937/pdf/1016146.pdf

(11) https://www.bmj.com/content/331/7525/1145.1/related

(12) https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3291414/

(13) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19320359/

(14) https://academic.oup.com/cid/article/64/10/1457/3748301

(15)https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/180973/WHO_MERS_IPC_15.2_eng.pdf?sequence=1

(16) https://academic.oup.com/cid/article/68/3/409/5037289

(17) https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1477893918303430?via%3Dihub

(18) https://www.resmedjournal.com/article/S0954-6111(20)30166-9/fulltext

(19)https://www.who.int/docs/default-source/coronaviruse/situation-reports/20200402-sitrep-73-covid-19.pdf?sfvrsn=5ae25bc7_6

(20) https://apps.who.int/iris/handle/10665/332657